HISTORIAS NARRADAS POR EL JADE
Miruna Achim, profesora e investigadora de la Universidad
Autónoma Metropolitana de Cuajimalta, defiende que sustancias como el jade son
objetos epistemológicos que tienen además una historia. Es decir, que, a partir
del estudio historiográfico de determinados materiales, pueden extraerse
conclusiones muy enriquecedoras respecto de la circulación de conocimientos que
se teje en torno a dicho material. Así lo pretende ilustrar con el jade a
partir de la historia que acompaña a los diferentes nombres con los que se le
va conociendo. Para ello, se vale de piezas de jade que forman parte de
diferentes exposiciones en museos tanto mexicanos como de París, libros en los
que aparece el jade y en especial, la obra el Códice Florentino, con sus
ilustraciones y descripciones, tanto del material en sí, como de sus usos y sus
efectos terapéuticos. Achim reivindica la apreciación sensorial de los objetos
y extrae mucha información, simbólica o no, a partir de los dibujos y grabados
que se va encontrando.
Narrar la historia del jade es narrar una parte de la
historia de la ciencia que contempla tanto la extracción de la piedra en sí,
como las tradiciones en su uso. Es, además, un elemento que permite estudiar
las diferentes conexiones e intercambios de conocimiento y técnicas que hubo,
no sólo entre la América precolombina y España, sino también entre América y
Asia o Nueva Zelanda. Una de las teorías que circuló sobre el origen chino del
jade encontrado en el México antiguo y que se le atribuye a una colonización
budista, es otro claro ejemplo de cómo a partir de un material se puede trazar
una historia de los intercambios epistemológicos.
Desde el escaso valor que, españoles como Cortés, dieron a
la piedra verde al comienzo de las relaciones entre ambas culturas, hasta la
descripción química que se le dio en el siglo XIX y que le devuelve su valor,
pasando por los efectos terapéuticos que los nativos americanos le atribuían y
que posteriormente fueron olvidados, el jade pasó por diferentes
denominaciones. En ese largo camino se mezclan, incluso, diferentes usos del
jade que llegan a Europa provenientes de piezas elaboradas por los indios de
las amazonas y por los amerindios de la Nueva España. En cualquier caso, ese
viaje que recorre la piedra verde a manos de diferentes culturas y que le lleva
a recibir diferentes nombres, permite narrar historias que se construyen a
partir del análisis de cómo los nombres que recibe interactúan con la piedra
misma, a lo que Ian Hacking llama “nominalismo dinámico”.
La historia puede narrarse, como lo pretende hacer Achim
con el jade, a partir de lugares de construcción de conocimientos o lugares de
mediación. Estudiando aquellos lugares y aquellos momentos en los que se
propició un intercambio de saberes entre diferentes culturas en torno a un
objeto material es como puede llegarse a constatar una construcción de
conocimientos. Dicha construcción nace de la incorporación de saberes locales
que pueden extraerse de las obras escritas por los europeos en general, y los
españoles en particular, tras su llegada al continente americano.
Pero si uno se queda con los textos escritos en español de
obras como el Códice Florentino sólo
alcanzará a ver una parte de la realidad de los intercambios, bien culturales,
bien de conocimiento o de técnicas que hubo entre los indígenas americanos y
los europeos tras la llegada de los españoles a América. Únicamente con la
lectura de los textos escritos en las lenguas nativas se alcanza una visión más
realista y mucho más compleja de lo que esa circulación de saberes propició.
Así, en partes no literalmente traducidas del náhuatl al español en el Códice
Florentino pueden rescatarse técnicas locales que les permitían trabajar las
piedras preciosas. Se trata de una manera muy interesante de construir el
conocimiento a partir de fragmentos.
Y es que los materiales no son nada si no se los trabaja.
Una piedra preciosa precisa de trabajo humano previo para poder tener valor y
es precisamente en el estudio de esas técnicas de trabajo y cómo van circulando
esos conocimientos entre diferentes culturas donde se va tejiendo una pequeña
parte de la historia de la ciencia. Rescatar los saberes locales es mirar más
allá de lo que la historia de la ciencia “moderna” nos cuenta. Los avances en
el conocimiento y en las tecnologías no surgen a partir de momentos concretos
ni de personajes particulares; es un complejo entramado de interconexiones,
intercambios y circulaciones de saberes multiculturales que se da a lo largo de
mucho tiempo.
Con trabajos como el de la profesora Miruma Achim, que a partir de la historia que acompaña a un material utilizado por los nativos americanos antes de la llegada de los españoles intenta construir un relato de construcción de conocimientos, se consigue rescatar los saberes locales que difícilmente quedan recogidos en los textos escritos por los conquistadores. Puede ser una manera de trabajar la historia de la ciencia que rescata los conocimientos locales que han sido sistemáticamente silenciados en la historiografía clásica.
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