¿FE CIEGA EN LA TECNOLOGÍA?
Con una mirada sesgada hacia lo que significa mejorar el
mundo en el que vivimos se podría pensar que vamos por el buen camino y que no
debemos preocuparnos por el futuro. Podremos combatir el cambio climático con
nuevas tecnologías basadas en la geoingeniería. Solo es cuestión de confianza
en la tecnología y de tiempo. Pero estas medidas no se centran en las causas
del calentamiento global, son soluciones pensadas para seguir produciendo y consumiendo
como hasta ahora o más, y generarían, además, nuevos e importantes impactos.
Hace ya demasiados años que conocemos el problema del
cambio climático al que se le suma ya, el cada vez más evidente problema de
abastecimiento energético. A pesar de que no se pueda precisar en qué momento
se podría convertir la situación en catastrófica o llegar al colapso
energético, lo que sí parece contar con suficiente evidencia científica es que,
si no se toman medidas profundas y urgentes, la humanidad se tendrá que
enfrentar a vivir en un entorno mucho más hostil. Ante este panorama, las
visiones y posturas que se adoptan son muy diversas y algunas, como el Cornupianismo,
no parece que se centren realmente en la búsqueda de una solución.
Según el economista Julian Simon, uno de los máximos
referentes de esta escuela de pensamiento, mientras exista el libre mercado y
se dé libertad a la creatividad humana y a la innovación, siempre podremos
confiar en que la tecnología nos pueda solucionar los problemas. En ese
sentido, no tendríamos por qué preocuparnos ni por el cambio climático ni por
el deterioro ambiental, como defiende otro de los referentes del Cornupianismo,
el politólogo danés Bjørn Lomborg. Sería cuestión de tiempo que una nueva
tecnología viniera a revertir la situación, como ha ocurrido en el pasado.
Detrás de esta postura fundamentalista de libre mercado en el que el problema
reside en los Estados, pero no así su solución, enmascarada con estadísticas
erróneas y falsas dicotomías, se esconde una clara defensa de la ideología
capitalista neoliberal.
Pero las evidencias científicas ponen de manifiesto la
necesidad de que los Estados tomen decisiones políticas a una escala global,
puesto que el problema ya, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, afecta
a todo el planeta. Estas medidas, obviamente, afectan al libre mercado, por lo
que los cornucopianos venden su imagen de optimismo hacia las tecnologías,
mientras que lo que esconden en el fondo es su negativa a aceptar lo que la
ciencia ya ha evidenciado. Como apuntan Oreskes y Conway, se han convertido en
los “enemigos de la ciencia” y continúan sembrando dudas científicas donde no
las hay.
Por su parte, Evgeny Morozov introduce el término de
“solucionismo tecnológico” para hacer referencia a cómo muchas veces pensamos
que todos los problemas se resuelven con una única solución y ésta tiene que
ser tecnológica. Este pensador bielorruso critica a aquellos que abrazan la
tecnología digital como una herramienta para la libertad y la democracia y
aboga por encontrar soluciones más convencionales o sociales a los problemas
cotidianos. Nos recuerda que es el interés económico el que está detrás de todo
el entramado tecnológico y que muchas veces son las propias tecnologías las que
generan nuevos problemas que después vendrán a ser solucionados con otras tecnologías.
Google, Facebook y, en definitiva, Internet y Sillicon Valley están en su punto
de mira. Si no queremos fracasar, nos dice, “debemos unir lo tecnológico con lo
político”.
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