HISTORIA DE LA CIENCIA EN AMÉRICA LATINA

 

La historia se ha contado tradicionalmente como la historia que transcurre a partir de eventos, descubrimientos o hechos puntuales que ocurren gracias a un único protagonista en un momento concreto. Y lo mismo ocurre con la narración de la historia de la ciencia, donde bajo el dominio casi absoluto de la ciencia de la Ilustración, la ciencia moderna nace en Europa gracias a avances en el conocimiento propiciados por científicos hombres, blancos y europeos. Bajo este prisma, el “descubrimiento de América” se nos muestra como el descubrimiento de todo un continente por parte de Cristóbal Colón en un tiempo muy concreto, 1942.

Mauricio Nieto Olarte, profesor de historia de la ciencia en la Universidad de los Andes, defiende una visión diferente para entender y explicar el hecho histórico que se produjo tras el encuentro entre Europa y América, al que propone llamar “la Comprensión del Nuevo Mundo”. Lejos de la idea de la unidireccionalidad y asimetría, en la que es Europa la que se sitúa en una posición de dominio frente a una América, entendida como “objeto descubierto” que solo recibe los conocimientos y la cultura de los “descubridores”, Olarte plantea una relación entre dos sujetos que les empuja a una transformación necesaria. Así, teniendo en cuenta la perspectiva social de la ciencia, se comprende que no sólo es América la que cambia con la llegada de los europeos, sino que son los propios europeos los que también se transforman.

Tras producirse el encuentro entre Occidente y América, ya nada será igual para ninguno de los actores, de ahí que Olarte prefiera hablar de “la comprensión del Nuevo Mundo”, en lugar de sólo “la comprensión de América”. Con la exploración de las diferentes zonas del planeta por parte de los europeos, incluida América, nace una concepción nueva del mundo y son los trabajos de catalogación de la naturaleza realizados a partir de los viajes de exploración los que ayudan a consolidar la ciencia moderna en los países de Occidente. El uso del concepto de “compresión” es una elección del historiador ya que, como él mismo escribe “comprender supone entonces un acto de apropiación, un proceso de transformación de lo desconocido en algo familiar, de incorporación y de domesticación, al igual que de reconocimiento de lo extraño”.

Con la publicación en 1507 del primer mapamundi realizado por Martin Walseemüller, que no sólo muestra la localización del cuarto continente, sino que lleva escrito por primera vez su denominación como América, el mundo comienza a vivir una nueva era y se establece un nuevo orden político. La impresión de este mapa, que además servía como herramienta para la navegación, y su amplia distribución afianzaron el uso del nombre América para designar el territorio desconocido hasta entonces por los europeos. Olarte defiende que la transformación de lo extraño, la Terra Incognita, en algo familiar fue posible gracias a las técnicas de representación. Así, opina el autor que los mapas que plasmaban el mundo en dos dimensiones y que eran fáciles de utilizar, compartir y copiar, hacían accesible el mundo a quien los estuviera examinando, y que fue fundamental para la comprensión del Nuevo Mundo.

A partir de que ese valioso material geográfico comenzara a circular en Europa, la tierra desconocida, que a partir de ese momento todos conocerían como América, comenzó a ser conocida e integrada en el mundo, de manera que en ese proceso tanto la ciencia europea como Europa misma sufrieron una importante transformación. Y fue precisamente Europa la que protagonizó este proceso de comprensión, que le serviría para consolidarse como el agente hegemónico que descubre y conquista América y se erige, por consiguiente, en dueño y señor del Nuevo Mundo. En opinión del autor, es en este proceso en el que se consolida el euro-centrismo, con una Europa que ambiciona expandirse y dominar otras culturas, llevando consigo la civilización e imponiendo la fe cristiana.

Es así como Europa comienza a construir un discurso historiográfico en el que se forman dos bandos totalmente contrapuestos; el de los europeos que representan la civilización, la cultura y la ciencia, y la de los “conquistados” que representan lo salvaje, la naturaleza y el objeto de la ciencia. El grabado de Johannes Stradanus (1523-1605) que representa la llegada de Américo Vespucio a América es un claro ejemplo de la evidente división que se pretende transmitir entre la Europa civilizada y la América salvaje. La enfatización de esta dicotomía juega a favor de la imagen de conquistadores de los europeos, que llegan con sus conocimientos y sus técnicas a una tierra que no posee cultura.

Olarte critica esta división histórica que silencia todo lo que tiene que ver con lo que América era y los americanos hacían antes de la llegada de los europeos. La cultura, los conocimientos o las técnicas de los nativos fueron borrados de la historia en la que el auténtico protagonista era el hombre blanco europeo.

En el proceso que el autor denomina “la Comprensión del Nuevo Mundo”, el papel del conocimiento, tanto de la geografía como de la historia natural, es fundamental. Precisamente en este periodo de expansión europeo, en el que se busca colonizar, conocer, catalogar y clasificar toda la naturaleza del territorio americano, prácticas científicas como la cartografía o la botánica fueron formas de expandir el control y el dominio europeo sobre el mundo. Y es que, según palabras de Olarte, “la historia política no podría entenderse sin entender el papel de la ciencia”.

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