CIRCULACIÓN Y GLOBALIZACIÓN

 


El mundo comenzó a ser visto de una manera absolutamente diferente a raíz de los viajes transoceánicos llevados a cabo por los portugueses y los españoles a finales del siglo XV. Se tuvo conocimiento de la existencia de otras tierras que no eran las europeas y se comenzó a rellenar y completar el mapamundi con nuevos países y nuevos continentes, como el americano. Fruto de esa expansión de los europeos hacia otros lugares del planeta, nace la globalización. Pero esta primera globalización no hay que entenderla, como se ha venido haciendo tradicionalmente, como una globalización ibérica, ya que el único intercambio de saberes y comercio no se produjo únicamente entre la península Ibérica y América.

Es preciso distanciarse de ese eurocentrismo en el que la historiografía ha estado inmersa durante tanto tiempo y es preciso mirar a otras circulaciones del conocimiento que se produjeron en la llamada Nueva España. Bajo esta nueva visión geopolítica del conocimiento surgen otras vías por las que circularon saberes, tecnologías, cultura y comercio. Un claro ejemplo lo encontramos en la ruta anual del Galeón de Manila, que conectaba Acapulco con Manila, en un viaje de ida y vuelta por el océano pacífico que estuvo activo más de 250 años.

La Nueva España, por tanto, se encontraba conectada con Asia, principalmente con China y Japón, siendo Filipinas el lugar de obligado paso. Esta ruta comercial transpacífica, que surgió gracias al desarrollo tecnológico y al nuevo saber cosmográfico derivado de la globalización, fue un agente esencial de una transformación de la economía mercantil a una escala global.

La circulación del conocimiento que se produjo en todos estos intercambios transoceánicos no puede ser entendida solo como un flujo horizontal, libre y abierto, en donde todo circulaba de manera espontánea y justa. La circulación del conocimiento esconde una gran complejidad; existían obstáculos que impedían, limitaban o condicionaban esta circulación, sin olvidar que el poder colonial era quien imponía quiénes accedían y quiénes no al conocimiento, así como a qué conocimiento se accedía y a cuál no.

En esta narrativa global de lo local que a lo largo de los últimos años se ha venido trabajando dentro de la historia de la ciencia, se recuperan nuevos actores que han sido esenciales en la circulación del conocimiento como son los intermediarios, los auxiliares o los indígenas y cobran protagonismo los conocimientos locales. Para poder reubicar la historia de la ciencia y alejarla del eurocentrismo los historiadores analizan los instrumentos y los procedimientos que permitieron establecer en ciertos momentos los puntos de contacto que permitieron el flujo de saberes entre diferentes culturas.

Gracias a la información extraída de una gran variedad de archivos van saliendo a la luz los saberes locales, tanto americanos como asiáticos, que han sido silenciados por los historiadores que han enfocado su narrativa en la superioridad europea. También emergen un número importante de nuevos actores sin los cuales ese intercambio cultural no habría sido posible y que se producía, en ocasiones, a espaldas de los españoles.

Como ejemplo de circulación del conocimiento destaca el conocimiento médico que ejerció de instrumento para la conquista de México. La interacción entre los colonizadores, especialmente los misioneros, y los indígenas mexicanos configuró las culturas médicas de la Nueva España que imperarían en las siguientes dos o tres generaciones. Los colonizadores no desaprovecharon los conocimientos sobre plantas y sobre remedios que los mesoamericanos atesoraban antes de su llegada y fueron utilizados como sustitutos o “sucedáneos” de los medicamentos que se venían suministrando en Europa, llegando a ser utilizados fuera de las fronteras americanas, tanto en Europa, en África como en Asia. América Latina se convirtió así, en el reino del sucedáneo de la materia médica clásica a nivel global.

También las historias naturales elaboradas desde Nueva España, algunas instigadas por la Corona basadas en cuestionarios, otras originadas en el propio espacio colonial por cronistas mestizos y otras en manos de las órdenes religiosas, ya fuese en forma de textos o dibujadas en murales, supusieron un enorme acopio de información sobre la historia natural, incluidas las plantas y sus usos medicinales de cada rincón de la geografía mesoamericana.

En definitiva, si se adopta una perspectiva global para situar a América y a los saberes locales americanos en el mundo globalizado del siglo XVI, el estudio de las circulaciones del conocimiento que tuvieron lugar en muchas direcciones permite abordar la historia de la ciencia desde una realidad geopolítica no tenida en cuenta con anterioridad.

Fuente:

http://www.medios.ceiich.unam.mx/video/234/ 

 

 

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