TRASPASANDO LÍMITES

 

Me gusta pasear sola. Regalarme un tiempo para recordar lo ya vivido y planificar lo que aún está por llegar. Regalarme un tiempo para la reflexión. Ni llamadas, ni radio, ni música. La niebla de esta mañana me invitaba a tomar un camino más al este de lo habitual. Se trata de un camino asfaltado por el que no transita ningún vehículo. Y eso me ha hecho reflexionar. Vivo cerca de una central nuclear, dentro del perímetro II de seguridad. Recuerdo el temor de mi padre y mi madre de criar a sus hijos tan cerca de lo que sentían como una amenaza silenciosa. Se puso en marcha el año que yo nací y 41 años más tarde se realizó el último simulacro de accidente en el colegio de mi hijo. Ahora la central está clausurada y las carreteras de evacuación las utilizamos para dar largos paseos.

Límites de radiactividad

En la facultad aprendí en qué se basa la fisión nuclear, el proceso por el cual se obtiene energía en las centrales nucleares. Desde un punto de vista científico, es algo impresionante, fascinante. En 1939, la física Lise Meitner halló la explicación a lo que su colega químico Otto Hahn había observado cuando al bombardear un átomo de uranio con neutrones se obtenía elementos más ligeros. Meitner supo entender que en ese proceso se liberaba una gran cantidad de energía y lo bautizó como fisión nuclear. Este hallazgo abrió las puertas a nuevas y peligrosas aplicaciones, entre las que se encuentran la bomba nuclear y las centrales nucleares. Gracias a la reacción en cadena que se desata en el proceso de fisión, los reactores nucleares son capaces de generar cantidades enormes de energía con muy poca materia. La efectividad de esta fuente de energía es innegable.

Mi pensamiento vuela desde mis clases en la universidad y se detiene ahora en el recuerdo de un libro que leí hace poco y que me impactó: Voces de Chernóbyl, de Svetlana Aleksiévich. Un pensamiento que parte del hermoso mundo de las teorías y que me lleva al cruento mundo real; de un laboratorio en 1939 a un accidente nuclear en 1986. De un premio Nobel a más de 4.000 víctimas mortales. El accidente de Chernóbyl emitió una radiactividad equivalente a 350 bombas atómicas como la de Hiroshima y el ser humano enferma y muere a partir de cierto límite de radioactividad. Eso también es parte del conocimiento.

Límites de humanidad

Las centrales nucleares poseen unos niveles de radioactividad que exceden con mucho los límites que una persona puede soportar y su funcionamiento es muy delicado. El accidente de Chernóbyl tuvo consecuencias para las cuales es difícil encontrar un adjetivo. Con estas palabras lo expresa Svetlana Aleksiévich, tras recolectar numerosos testimonios del accidente: “el hombre, para comprender algo de todo esto, debe salir fuera de sus propios límites”. Me impactó el testimonio de la mujer de uno de los bomberos que murió tras exponerse a un nivel de radiación 4 veces superior a la dosis letal. Sus palabras narran el horror humano vivido en primera persona: “pedacitos de pulmón, de hígado le salían por la boca… Se ahogaba con sus propias vísceras… ¡Esto no se puede contar! ¡Esto no se puede escribir! ¡Ni siquiera soportar!”.

Falta de transparencia o mala gestión de la crisis parecen calificativos demasiado benevolentes para aquellos que antepusieron su ideología y sus intereses políticos a la salud, la libertad y hasta la vida de sus conciudadanos. Valores no epistémicos, muy peligrosos, que en el caso del accidente de Chernóbyl no hicieron más que agravar, no solo la salud, por no tomar medidas de protección en cuanto fue posible, sino que también las libertades y los derechos humanos de la población afectada. Los conocimientos científicos se aplicaron para generar energía, pero no para salvar vidas. Se sabía que había que evacuar y que se debía administrar yodo a toda la población lo antes posible. Dos gotas de yodo en un vaso de agua, nada más. Pero se hizo tarde. “La ciencia estaba en manos de la política; la medicina, atrapada por la política”, como dijo otro de los testimonios, el ex director del Instituto de Energía Nuclear de la Academia de Ciencias de Belarús.

Límites del progreso

Tras el accidente se produjo un profundo cambio en la opinión que el pueblo tenía respecto de la ciencia. Así lo evidencian testimonios como el de la mujer del bombero y el del ex director del laboratorio del Instituto de Energía Nuclear de la Academia de Ciencias de Belarús. Ella admite sentir odio hacia la ciencia, mientras que la admiración e incluso la fe que este físico (y muchos otros en aquellos años) sentían hacia la ciencia del átomo, se desvaneció. Ese cambio tan drástico se produjo en apenas unos días.

Y la pregunta que me hago es si debemos pasar del conocimiento a la aplicación del mismo aún en los casos en los que las consecuencias puedan exceder la comprensión humana. Saber dónde está ese límite y ser capaces de decidir que no estamos dispuestos a sobrepasarlo en nombre del progreso es lo que se me antoja complicado. La bomba nuclear presenta poca duda, pero la generación de energía por fisión nuclear, sigue contando con un gran número de defensores (no solo entre los políticos o compañías eléctricas, sino también dentro de la comunidad científica). Sin embargo, el asfalto que estoy pisando me recuerda que el riesgo, por pequeño que sea, no es cero, y no estoy segura de querer correr ese riesgo, si bien es cierto que Chernóbyl no puede servir como ejemplo en contra de la energía nuclear por las grandes diferencias de diseño y de forma de operar entre nuestras centrales y la accidentada.

Voces de Chernóbyl abre más canales para la reflexión, como la responsabilidad ética de los científicos en el desarrollo de conocimientos y técnicas o cómo se debe gestionar ese gran poder de los científicos y de la ciencia que, en manos inadecuadas, pueden llevar al ser humano a traspasar límites inaceptables. Mientras lejos de mi hogar continúan activas viejas y nuevas centrales nucleares, yo paseo por los caminos que son testigos de que hubo un tiempo en el que sirvieron para salir huyendo del horror. Es algo que no debemos olvidar. Tampoco el accidente de Chernóbyl.

 

Referencias:

Svetlana Aleksiévich (2001). Voces de Chernóbil. Crónica del futuro. Barcelona: Debolsillo. Título original: Aleksévich, S. (1997). Tchernobylskaia. Molitva. Editions Ostojie.

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/consecuencias-desastre-nuclear-chernobil_10304/1

https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51009988 

 

 

 

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