SOBRE PALABRAS Y VOLÚMENES

No importa por cuál de nuestros sentidos se cuele el arte en nuestras vidas, siempre obtendrá una respuesta, una emoción, un momento de placer; muchas veces inolvidable, otras efímero y unas pocas, casi indiferente. Quiero compartir dos experiencias, muy diferentes entre sí, pero ambas capaces de dejarme un poso, una huella que el tiempo no consigue borrar. Quizás la primera de ellas sorprenda; la segunda, no tanto. Asistiré a la gran final del campeonato de bertsolaris en el BEC de Barakaldo y viajaré hasta la India para pasearme por el mausoleo más bello jamás creado por amor.

En ambos casos me he emocionado, de manera muy diferente, pero ambas expresiones de arte han logrado conectar con mi interior que, demasiado a menudo, permanece oculto. Con la genialidad de los bertsolaris reí, sentí pena, alegría, esperanza, e incluso se me saltó alguna que otra lágrima. Con la joya del arte musulmán, sentí una emoción más contenida, más reflexiva, pero de las que también dejan huella.

Puede haber dudas sobre si es arte o no el bertsolarismo, pero he tomado como referencia el libro “El arte del Bertsolarismo” de Joxerra Garzia, Jon Sarasua y Andoni Egaña, en el que se incluye la siguiente definición: “Se utiliza el concepto bertsogintza para designar la actividad de los bertsolaris, la actividad artística que desarrollan como creadores”. Cada cuatro años, ante 100.000 espectadores, los bertsolaris se enfrentan en un duelo, más bien amistoso, en este arte tradicional de la improvisación oral en euskera. Juegan con las palabras, las miden, las ordenan y las cosen con rimas para finalmente hacerlas viajar a lomos de hermosas melodías tradicionales.

Foto: Garikoitz Garaialde. Bertsozale Elkartea

8 mentes brillantes delante de un micrófono improvisando sobre temas de actualidad o universales, dialogando entre ellos, provocándose, expresando lo que sienten, cómo lo sienten, cómo piensan (sean sinceros o no), consiguen que toda mi atención esté centrada en escuchar, entender y disfrutar ese poema cantado. Recuerdo con especial emoción los bertsos que dedicaba un hijo a su padre mientras se despedía de él para siempre. Admiro la capacidad de encontrar un rayo de felicidad, de belleza, por pequeño que sea, o de sentir tranquilidad, serenidad, ante la muerte de los que amamos.

El TajMahal también consiguió absorberme, robarme toda la atención, desde que lo iluminaron las primeras luces del alba hasta que los últimos rayos de sol cambiaron por enésima vez sus tonalidades. La avalancha de sensaciones visuales vividas durante la visita parecía no tener fin. La grandiosidad del mausoleo, de los pasillos, de las diferentes estancias, la majestuosidad de la gran cúpula y las torres, era todo de una belleza hechizante. El Taj Mahal superó todas mis expectativas. Sabía que me encontraría con uno de los palacios más bellos de la Tierra, pero no estaba preparada para aquel espectáculo de volúmenes, formas y colores, de detalles y de juegos de luz. Ni para las teclas que dentro de mí iba a tocar.

Foto: Dorothy Burrows. Eye Ubiquitous

No recuerdo bien cuándo comencé a escuchar bertsos, pero supongo que fue desde muy pequeña. También aprendí a escribirlos y, la verdad, no se me daba mal. Recuerdo que crear esos modestos poemas me hacía sentir bien, conseguía contar cosas que de otra manera no podía o no me atrevía, pero siempre me encontraba con el mismo muro: tenía que cantar. Canto muy mal, así que, ya desde los comienzos abandoné el bertsolarismo. Aun así, he continuado escuchando y asistiendo a eventos a lo largo de todos estos años. Disfruto del uso del lenguaje, del juego de palabras, de la capacidad de improvisación, de la reflexión sobre temas universales o particulares, del ambiente que se crea y de las melodías. Forma parte de mi cultura, de lo más cercano, de lo más familiar.

 

 
Bertsozale Elkartea. Campeonato 2017

La cultura musulmana no es mi cultura y desconozco muchos de los lenguajes de transmisión cultural o artística de la arquitectura islámica, persa, india o turca. Pero está claro que el arte que emana del Taj Mahal traspasa fronteras y llega con facilidad a cualquiera que lo visite. Así ocurrió conmigo. Sentí como si el palacio me abrazara, me invitara a conocer sus rincones, me insistiera que, a pesar de su majestuosidad, me aceptaba, era bienvenida. El emperador musulmán Shah Jahan de la dinastía mogol mandó construir este palacio en honor a su esposa favorita, Mumtaz Mahal, que murió en el parto de su decimocuarto hijo. Un mensaje de amor que, al menos yo, recibí. Los juegos de luz sobre el mármol blanco, las finas decoraciones y las simétricas formas se combinan de tal manera que me invitaron a soñar, y soñé con historias de amor.

 

Foto: Numael Quintero. Pinterest


El arte efímero del campeonato de bertsolaris contrasta con el carácter casi eterno del arte contenido en el monumento funerario. Uno te lleva necesariamente a la urgencia de aprovechar todo lo que te ofrece en cada instante, porque sabes que nunca volverá. Son momentos únicos, vividos con avidez, con intensidad, que poco se parecen a la contemplación relajada de una obra de arte nacida para perdurar.

“Una lágrima en la mejilla del tiempo”, así es como lo describió el poeta Tagore. Las tumbas, una al lado de la otra; la de ella en el centro y la de él, a su lado. De la reflexión sobre el amor pasé a la reflexión sobre la muerte, sobre lo que queda de nosotros tras la muerte, sobre la importancia o no de perpetuarnos, de que perviva nuestra huella impresa de alguna manera, al menos en las personas que amamos y nos aman.

Reflexiones universales, sobre el amor y sobre la muerte, experimentadas tanto desde una manifestación artística efímera, como desde otra duradera. Juego de palabras y melodías en una, juego de luces y volúmenes en la otra. Dos formas distintas de arte, en dos contextos diferentes y dos formas distintas de recibirlas, pero ambas provocando profundas emociones y quedándose en el recuerdo. Una haciéndome volar hacia mi pasado y la otra haciéndome soñar.



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