¿Y SI LA TIERRA FUERA UN GRANO DE ARENA?
Una toalla en la arena para sentarme y nada más. Solo quiero
contemplar. Estoy en la playa de Zarautz a punto de ver cómo se oculta el sol. Lo
hará por detrás del mar. Se lo he
visto hacer muchísimas veces, pero no me canso, siempre me parece la primera vez.
Me fijo en el color del cielo y en el de las
nubes, cómo los rayos solares al atravesar la atmósfera muestran su
paleta de colores. Pienso en el movimiento del Sol, y cómo no somos capaces de
percibir nuestro propio movimiento. Me gusta imaginar los razonamientos que nos
han llevado a comprender dónde estamos, que la tierra no es plana, que gira en torno al Sol, una
estrella cualquiera en una galaxia cualquiera.
Tomo un puñado de arena en la mano
y juego a ver cómo se escapan los granos entre mis dedos. Observo uno de esos granos de
arena y me lleva a una de las reflexiones que más me inquietan: las
dimensiones espaciales del universo. ¿Y si la Tierra tuviera el tamaño de este grano de
arena? ¿Qué tamaño tendría el Sol y a qué distancia estaría?
Manos a la obra. Suponiendo que el grano de
arena tiene 2 mm de diámetro, calculo que el Sol tendría que tener un diámetro de unos 22 cm.
Podría ser una sandía. ¿Y dónde la coloco? La
distancia que separa a la Tierra del Sol en mi sistema “playa de Zarautz”, es de unos 25 m.
Perfecto. Las terrazas del malecón serán el nuevo hogar del Sol.
Compro una sandía en una frutería cercana y me siento
en la terraza de un bar. Pido un refresco y unas aceitunas. Me quedo contemplando
la Tierra (grano de arena) desde el Sol (sandía) y pronto anochece.
Veo las primeras estrellas, entre ellas algún planeta, y me viene
la siguiente pregunta: ¿dónde estaría el límite del Sistema Solar?
¿Y las estrellas? La constelación más famosa y admirada es la Osa Mayor, así que me fijo en la
estrella más brillante del carro. Se llama Alioth y se encuentra a 81 años luz. No se si la
podré colocar en algún punto de la Tierra.
Hago cálculos y, efectivamente, no puedo. Aproximadamente a un tercio de la
distancia que nos separa de la Luna (unas 25 horas viajando en el Apolo 11),
allí estaría la estrella Alioth,
del tamaño aproximado de un balón de playa (44 cm de diámetro). O si se prefiere, habría que dar tres vueltas a la Tierra y andar
unos 13.000 km más.
Me gustaría seguir con más estrellas, la estrella Polar o Betelgeuse. Pero mi sistema “playa de Zarautz” ya no es válido. Las distancias se disparan de una forma abrumadora. Y es que el universo observable, de unos casi 100.000 millones de años luz, es algo imposible de imaginar. Pero el universo no se acaba ahí. Hace unos días leí que si todo el universo observable fuera igual de grande que una partícula subatómica, el universo real, probablemente, sería mucho más grande que el que vemos a nuestro alrededor.
Aunque también podría ser infinito. Pero ya
con eso no puedo. Como dijo Carl Sagan en el primer capítulo de la serie Cosmos, “El tamaño y la edad del cosmos están más allá del entendimiento humano”. Pues eso, que soy humana y no puedo. Pero me vuelvo contenta a casa,
con mi grano de arena, mi aceituna y mi sandía.
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