REFLEXIONES SOBRE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL



La Inteligencia Artificial es un gran reto tecnológico para la humanidad; crear máquinas que tengan nuestras mismas capacidades. Máquinas que se puedan comunicar con nosotros, procesando una cantidad inmensa de datos, que sean capaces de aprender por sí mismas y capaces de tomar decisiones. Aunque todavía estemos muy lejos de conseguir, si algún día eso fuera posible, que la Inteligencia Artificial sea una inteligencia análoga a la humana, los avances en esta disciplina han sido enormes los últimos años y ya se aplica en campos tan dispares como el transporte, la educación, la cultura, las finanzas, la medicina o la agricultura, por citar algunas.

En la mayoría de los casos la IA asume tareas rutinarias sin llegar a reemplazar el trabajo humano; acumula y procesa grandes cantidades de datos para la posterior toma de decisiones humanas. La IA, en este sentido, contribuye gradualmente al desarrollo de nuevas áreas de conocimiento al permitir realizar tareas que son impensables para los humanos, especialmente por su complejidad de cálculo.

Pero no son todo luces en el campo de la IA. También hay sombras, como se pudo comprobar hace cuatro años, por ejemplo, con el uso del chatbot Tay creado por Microsoft para hablar por Twitter con jóvenes. Al tratarse de un sistema que aprende por sí mismo partiendo de las conversaciones previas, llegó a escribir mensajes racistas porque esos también habían formado parte de su aprendizaje. Lo mismo ocurre con los comportamientos machistas, xenófobos, etcétera, de los que estas máquinas aprenden. De ello se deriva la necesidad de preservar la ética en estos desarrollos de la IA.

Más allá de disponer de máquinas capaces de ganar a los humanos en juegos de mesa tan complicados como el Go, la IA puede realizar tareas tan importantes como detectar cáncer a través del análisis de imágenes, conducir vehículos o pilotar aviones. Es precisamente en estas áreas, en las que las vidas humanas están en riesgo, donde es de vital importancia que estas tecnologías sean absolutamente transparentes. Si en el uso de la Inteligencia Artificial se producen errores, se debe determinar si son las responsables del fallo para poder así, corregir el error y no permitir que vuelva a ocurrir.

Es posible que dentro de unos pocos años un asistente informático personal nos ayude a hacer las compras, nos aconseje cómo mejorar nuestro aprendizaje, o preguntándonos por nuestros síntomas, nos haga un diagnóstico médico. En muchos aspectos de la vida cotidiana la comodidad y la eficiencia se verán mejorados gracias a la Inteligencia Artificial, pero suscita dudas respecto a la suplantación de los puestos de trabajo que realizamos, de momento, las personas.

Existe la opinión de que debemos enfrentarnos sin miedo a esta nueva revolución industrial, la 4.0, a la Inteligencia Artificial y a sus nuevas aportaciones, a compartir espacios con robots, etc. Que debemos entenderlo como un complemento a nuestras vidas, un complemento que puede hacernos la vida más fácil, más cómoda y, en definitiva, una vida de mayor calidad.
Sin miedo porque, además, la esencia humana, el comportamiento humano, la empatía, la creatividad, las emociones, la capacidad de resolver situaciones inesperadas no dejarán de ser necesarios. Los humanos no seremos reemplazados, seremos complementados.

Pero eso pasa, necesariamente, por un uso justo y ético de la Inteligencia Artificial. Sólo así podremos estar tranquilos y ver en estas nuevas tecnologías oportunidades y no mermas en nuestras libertades. Que las grandes empresas digitales no lleguen a controlar nuestras vidas, que las empresas publicitarias o los partidos políticos, gobiernos, etcétera no nos manipulen más porque dispongan de más datos. Que la toma de decisiones por medio de la Inteligencia Artificial sea transparente.

Existe la preocupación de que estamos yendo demasiado rápido; que antes de continuar avanzando se deben responder preguntas de gran importancia. Debemos aclarar y legislar lo que queremos que la Inteligencia Artificial haga por nosotros y cómo queremos que lo haga. La ciudadanía debería formar parte de esta discusión para lo que sería necesario un mayor conocimiento de la misma. No podemos dejar que se convierta en una tecnología que nos domine. Debemos marcar el camino correcto, ética y moralmente, que debe seguir la IA para que no se convierta en nuestro enemigo. Si conseguimos eso, todo serán mejoras en nuestra calidad de vida.


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