¿PUEDEN PENSAR LAS MÁQUINAS?
¿Pueden pensar las máquinas? Esa es la gran pregunta que pretende responder el Test de
Turing. Para que así sea, una máquina debe ser capaz de engañar a un humano en una conversación telemática instantánea. La máquina debe hacer creer
a un humano que está chateando con otro humano. Si lo consigue, habrá superado el test de
Turing y se podrá decir que es una máquina inteligente.
El gran matemático Alan Turing fue
quien, en 1950, se hizo esa pregunta e ideó el test. Él fue el precursor de
la inteligencia artificial, a pesar de que en aquellos años aún era impensable poner
en práctica un experimento de esas características. Turing formuló la pregunta de una
manera más concisa: “¿Existirán computadoras digitales imaginables que tengan un buen desempeño en el juego de
imitación?”. Así, evitaba la ambigüedad del término “pensar”.
El ser humano, un ser inteligente, consciente
de su propia existencia, es capaz de percibir que otros seres humanos son también inteligentes porque
se comportan igual que él. Si una máquina es capaz de comportarse como un ser humano, es decir, de imitar su
comportamiento, entonces podremos decir que nos encontramos ante una inteligencia
artificial.
Hoy en día, la inteligencia artificial se aplica en
numerosos ámbitos y de forma exitosa. Una máquina puede ser capaz de conducir por sí sola un coche y otra
puede servir para diagnosticar una enfermedad. Eso ya se ha conseguido. Pero no
existe todavía una inteligencia artificial capaz de ejecutar esas dos acciones de
forma simultánea, y mucho menos de realizar la innumerable cantidad de tareas que un
ser humano realiza constantemente.
El test de Turing ha sido superado en ámbitos concretos, como
es el caso del ajedrez o del go. Sin embargo, no hay máquina capaz de
superarlo en todos los ámbitos. Es cierto que en el año 2014 un chatbot, es decir, un robot
programado para chatear, fue capaz de engañar al 33% de los jueces
que una vez al año reúne la Royal Society con el propósito de poner a prueba
a quien quiera enfrentarse al test de Turing. Se trataba de un complejo
programa que se hacía pasar por un niño ucraniano de 13 años llamado Eugene Goodtman y que superó el test. Los expertos
en inteligencia artificial, sin embargo, no son unánimes a la hora de
valorar positivamente este logro.
Entre las críticas dentro de la
comunidad científica está el hecho de que el ser humano “suplantado” fuera un niño ucraniano de 13 años, es decir, sin
amplios conocimientos y con un uso limitado de la lengua inglesa. Por otro
lado, también hay voces que piden una actualización del test de Turing ya
que, por ejemplo, éste no evalúa cómo se ha conseguido el objetivo, si no que solo tiene en cuenta si la máquina ha sido capaz de
engañar al humano o
no.
Cada desarrollo de inteligencia artificial debe
mantener conversaciones en tiempo real con los jueces y debe engañar al menos al 30% de
ellos para superar el test. Los evaluadores mantienen de forma simultánea conversaciones con más personas y son conocedoras
de que detrás de alguna de esas “personas” hay una máquina. Las preguntas que se les puede realizar a los participantes
pueden ser de cualquier tema e índole, poniendo a prueba la capacidad de las máquinas de interaccionar
como un ser humano.
¿Se conseguirá alguna vez superar de forma clara el Test de Turing? El uso del lenguaje
es una de las principales características que nos definen como seres humanos. La comprensión e imitación por parte de las máquinas de las emociones
que transmitimos con el lenguaje, como pueden ser los chistes, es algo difícil de imaginar.
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