NOMBRANDO A LOS MICROBIOS
Como escribe Ignacio López-Goñi en una entrada de su blog, “Los microorganismos tienen los secretos del origen de la vida, están aquí desde hace unos 3.500
millones de años, nos han precedido y nos sobrevivirán. Pero además son esenciales para
nuestro futuro, gracias a ellos y a sus genes podremos encontrar la solución a muchos de nuestros
problemas y enfermedades”.
Bacterias y arqueas, virus, hongos, algas y
protozoos. Un mundo de tamaño micro pero enorme en número de habitantes y en complejidad. Tampoco
es sencilla la clasificación y nomenclatura utilizadas. En cuanto a las Procariotas, es el Comité Internacional de Sistemas de Procariotas (ICSP) el organismo que regula
su nomenclatura. Siguiendo el Código Internacional de Nomenclatura Bacteriana, para nombrar a las bacterias se utiliza un esquema binomial en el
cual el nombre de la bacteria está constituido por dos palabras.
La primera es una palabra en latín o latinizada, que se
escribe con la primera letra en mayúscula e indica el género. Esta palabra puede hacer referencia al nombre de la persona que la ha
descubierto o elegirse en honor a un científico. En otras
ocasiones, describe la morfología de la bacteria.
La segunda palabra indica la especie,
se escribe con minúscula, y es usualmente descriptiva. Puede describir el color, el origen
o la patogenicidad, entre otras.
Los nombres científicos de las bacterias
deben escribirse en cursiva o, en su defecto, las palabras que la componen
deben ir subrayadas.
Lo vemos con dos ejemplos:
·
Escherichia coli; el nombre del género elegido en honor a su descubridor, Theodor Escherich y el nombre
de la especie describe el hábitat de la bacteria.
·
Staphylococcus aureus; el género describe la forma en racimo de las células (staphylo-) así como su forma circular (coccus) y la especie hace referencia al color oro de las colonias (aur-).
En general no precisan de artículo, salvo que sea necesario un uso
especificativo. Aunque no lleven artículo, las bacterias sí tienen género gramatical,
es decir, pueden ser “el” o “ella”, eso dependerá del género que posean en
latín. Así, los nombres científicos latinos de género femenino conservan en castellano
el mismo género; y los de género masculino o neutro en latín adoptan el género
masculino en castellano. Por ejemplo, diremos “el Helicobacter
pylori”, y “la Rickettsia”,
si necesitamos hacer uso del artículo.
En cuanto a la nomenclatura de los virus, sus
nombres pueden hacer referencia a la enfermedad que generan, por ejemplo, el
virus polio se llama así porque produce la poliomielitis. También pueden deberse al
nombre de los descubridores, como el virus del Epstein-Barr, o a
características estructurales de los mismos, como los coronavirus.
Algunos poseen un nombre derivado del lugar donde se los descubrió por primera vez, como
el virus Coxsackie o Norwalk.
El Comité Internacional de Taxonomía de Virus (ICTV), que
es el encargado de nombrar los virus, propone un sistema universal de
clasificación de virus atendiendo a una serie de taxones: orden, familia,
subfamilia, género, especie.
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