DEL CARBÓN A LA FUSIÓN NUCLEAR


La actual pandemia nos ha obligado a frenar, a bajar el ritmo, a parar. Hemos parado y nuestro planeta lo ha notado: aguas más limpias, animales recuperando espacios, olores y sonidos olvidados que regresan, aire mucho más limpio. Han descendido los contaminantes y las emisones de CO2. Ha parado el transporte, incluido el aéreo, y han parado industrias. Hemos parado y nos hemos convertido en protagonistas obligados de un gran experimento. Algo deberemos aprender de él.

La lucha contra el cambio climático debería resurgir con mayor fuerza; la reducción de las emisiones apenas tendrá un efecto pasajero, pero la humanidad está demostrando que es capaz de aunar esfuerzos contra un enemigo común. Y eso pasará, necesariamente, por replantearnos más seriamente un cambio en el modelo energético.


Hoy en día en el mundo la mayor cantidad de energía, el 85% aproximadamente, se obtiene de los combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural). Una fuente que se agotará en unos años y que es la principal causante de las emisiones de CO2. Se estima que para 2050 nuestro planeta duplicará su consumo energético. No parece razonable continuar con este ritmo de producción de energía fósil hasta su agotamiento total. Pero mientras sea tan rentable su producción (las compañías tan solo deben pagar 3 por Tn de CO2 emitido), no parece fácil que desaparezcan.


Apostar por la energía nuclear podría parecer la solución lógica; no emite gases de efecto invernadero y es más barata que las renovables. Pero la energía nuclear, además de contar con una fuerte oposición social y no tener resuelto todavía el problema del tratamiento de los residuos radiactivos que genera, es también una fuente agotable. El uranio disponible en la Tierra es limitado. Así que, tampoco sirve como solución a largo plazo.

Necesitamos una fuente de energía limpia y, además, sostenible. Y la tenemos. Son las energías renovables; el Sol, el viento y el agua, principalmente. Cada una de ellas con sus limitaciones. Del Sol obtendremos energía siempre que luzca y del viento, siempre que sople en la dirección e intensidad adecuados. Las plantas hidráulicas precisan de obras, en muchos casos, de gran impacto medioambiental.


En zonas del planeta con una gran insolación, como Marruecos, ya están instalando grandes superficies con paneles solares. Se estima que toda Europa podría abastecerse con la energía solar producida en el Sáhara. De hecho, en teoría, el Sol podría cubrir la demanda energética de todo el planeta. Es cuestión de ver cómo lo hacemos, cómo almacenamos esa energía o cómo la transportamos.


Parques eólicos en los mares del norte de Europa cuya energía pueda ser transportada grandes distancias, baterías que acumularían la energía generada por aerogeneradores y autopistas solares en China, el país que más energía consume. Son ejemplos de las soluciones innovadoras que se están estudiando para ampliar la producción de energía. Y es que, hoy en día, las renovables no pueden almacenarse por mucho tiempo y en su producción se pierde mucha energía.


Otra vía importante de investigación se centra en la fusión nuclear. Simular lo que ocurre en el Sol y obtener así energía. Pero todavía estamos muy lejos de dar con la tecnología adecuada que permita hacerlo de forma óptima. Sin embargo, parece la vía perfecta; no genera residuos, no contamina y la fuente (deuterio y tritio) es prácticamente inagotable. Mientras llega, la apuesta clara son las renovables.

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