PELEANDO CON LOS DEBERES ESCOLARES


Mi hijo tiene 6 años y no hay manera de que se siente en la mesa para hacer los deberes. ¡Normal! A mí tampoco me apetecería hacer esas fichas de mates llenas de números y de operaciones. O esas fichas en la que debe leer un texto que no le interesa lo más mínimo y responder a preguntas que ni le van ni le vienen. Me costó una semana de enfados darme cuenta de que algo fallaba y ese algo no era mi hijo. Fallaba el método de enseñanza.

Como dice David Bueno, doctor en biología y profesor de genética en la Universidad de Barcelona, para enseñarle a un niño a sumar, el maestro debe llevar manzanas a clase, hacer que los alumnos las toquen, hagan sumas con ellas, y que luego se las coman. Que jueguen, que experimenten, que activen de esa forma más áreas del cerebro, que esa experiencia les cree una emoción. Así aprenderán más y mejor. Es una de las claves de la neuroeducación, generar aprendizaje a través de las emociones.




La neuroeducación es una disciplina puente entre la neurología y las ciencias de la educación, en la que la psicología educativa tiene un papel clave. El doctor en medicina y neurociencia, Francisco Mora, lo define como la nueva cultura. Opina que educar sin conocer el cerebro es como hacer unos guantes sin antes haber visto jamás una mano.




La neuroeducación o neurodidáctica es un campo de actuación muy reciente, en el que colaboran tanto educadores como neurocientíficos, con el objetivo de mejorar los métodos de enseñanza. Se trata de aplicar todo lo que se sabe acerca de cómo el cerebro aprende y qué cosas estimulan el desarrollo cerebral.

Por ejemplo, la emoción. Sin emoción, que es inconsciente, no hay toma de decisiones acertadas y el ser humano no habría sobrevivido. Cuando el aprendizaje está asociado a una emoción, el cerebro lo interpreta como importante para su supervivencia y, por lo tanto, lo memoriza para saber qué debe hacer la próxima vez que se encuentre ante una situación similar. Es algo que llevamos codificado en los genes. Sin emociones el cerebro no recuerda nada, porque no le importa nada. Según palabras de Mora, la emoción es el sustrato que hace que el cerebro funcione bien.


Así que, hay que educar desde las emociones. Y hay que buscar la atención del alumnado. Lo que más le gusta a nuestro cerebro son las sorpresas. Sorpresas que generan curiosidad y que harán que el alumnado preste atención, al activar la amígdala. Se activa, así, el sistema de atención y motivación del cerebro. La motivación es esencial en el aprendizaje ya que proporciona un aporte extra de energía al cerebro, en forma de glucosa, que le permite funcionar durante más tiempo y con una mayor eficiencia. La motivación, además, es placentera y genera un sentimiento de recompensa.

Una de las mejores estrategias es educar a través del juego, a través de la experimentación ya que se conseguirá, además de activar más zonas del cerebro, aprender con alegría, que es un sentimiento social que genera confianza hacia los demás, incluidos los maestros.


También contamos con el ejercicio físico como aliado para un mejor rendimiento del cerebro. Estudios recientes han revelado que hacer ejercicio físico aeróbico todos los días aumenta el número de neuronas nuevas en el cerebro, en áreas que tienen que ver con el aprendizaje y la memoria, como el hipocampo. Aumenta el riego sanguíneo, aumenta el número de sinapsis neuronales, etc.

Cada cerebro es diferente, por lo que, desde el punto de vista de la neuroeducación, la educación tiene que ser personalizada, tanto como sea posible para explotar al máximo los potenciales de cada alumno. Según David Bueno, si a todo el mundo lo educamos de la misma manera, a algunos les funcionará muy bien porque se adaptará a su cerebro, y a otros no les funcionará nada bien.

Aunque también hay voces contrarias a esta disciplina, ya sea dentro de la neurociencia, de la pedagogía y de la psicología, como es el caso de la escuela lacaniana de psicoanálisis. Uno de sus máximos representantes, Mario Izcovich, sostiene que la neuroeducación no aporta nada nuevo y que solo sirve para justificar lo que se hace en educación. Además, critica el uso excesivo e intencionado del prefijo neuro como en los casos de neuroliderazgo, neurodidáctica, neuromúsica, neuroeducación o neurodesarrollo.

No acabo de entender bien la postura de esta escuela, aunque la crítica hacia el uso del prefijo neuro, en algunos casos, como el neurosexo o neurofútbol, sea acertada.

Sea como fuere, la introducción de los conocimientos científicos al campo de la educación no puede traer más que ventajas. A medida que avance el conocimiento sobre el funcionamiento del cerebro la metodología de enseñanza se deberá ir adaptando. Y en ese camino se podrá conseguir desterrar los preocupantemente extendidos neuromitos o falsas verdades que pueblan la educación hoy en día.


Este recorrido introductorio por la neuroeducación me ha ayudado a ver el camino que debo intentar explorar con mi hijo. En estos días de obligado confinamiento hogareño me he convertido en la maestra accidental de mi hijo. Una maestra que trata cada día de sorprenderle con alguna actividad, que busca cromos por casa para poder realizar operaciones matemáticas, que le da la opción de escribir sobre un vídeo que ha visto en whatsapp y que le ha encantado. Eso sí, sin olvidar las rutinas, el ejercicio físico, la diversión y el aprendizaje en compañía. En definitiva, la alegría de aprender. Espero estar haciéndolo bien.



Fuentes:

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿FE CIEGA EN LA TECNOLOGÍA?

SER BUENOS ANCESTROS